Superioridad Ilusoria

El sesgo de superioridad ilusoria, provoca una dificultad para reconocer la incompetencia propia, y conduce a autoevaluaciones infladas


Cómo las dificultades en el reconocimiento de la incompetencia propia conduce a autoevaluaciones infladas.1


   La gente tiende a mantener una visión excesivamente favorable de sus capacidades en muchos dominios sociales e intelectuales. Los autores sugieren que esta sobreestimación ocurre en parte porque la gente sin destrezas en esos dominios sufre una doble carga. Esta gente no sólo llega a conclusiones erróneas y hace elecciones desafortunadas, sino que su incompetencia les priva de la capacidad metacognitiva, 2. de darse cuenta de ello. 


   A través de 4 estudios, los autores hallaron que los participantes que tenían puntuaciones en el último cuartil en el test del humor, gramática y lógica, sobrestimaban gravemente sus rendimientos y capacidades. Aunque sus puntuaciones en los test les colocaron en el percentil 12, ellos se autoestimaron para estar en el percentil 62. Varios análisis vincularon esta errónea calibración con déficits en la habilidad metacognitiva, o en la capacidad para distinguir la precisión del error (la percepción de la anomalía). Paradójicamente, la mejora de las habilidades de los participantes, y por consiguiente el aumento de sus competencias metacognitivas, les ayudó a reconocer las limitaciones de sus capacidades.


   A pesar de que el énfasis de los investigadores estuvo en la calibración de las personas incompetentes, junto a ello descubrieron que los individuos altamente competentes también mostraban un sesgo sistemático en sus autoevaluaciones. En los cuatro grupos de estudios, los participantes en el cuartil superior tienden a subestimar su capacidad y rendimiento de la prueba en relación a sus compañeros, Z = -5,66 -4,77, respectivamente, pt;0,0001. 


Conclusión : Los rendimientos ligeramente bajos se asocian con percepciones exageradamente más altas de los rendimientos, y los rendimientos ligeramente altos se asocian con una probabilidad de percepciones exageradamente más bajas de los rendimientos.


El 95% cree ser mejor conductor que la media .3.


  Dada la subóptima fiabilidad del juicio humano, sería deseable que uno intuyera que es probable equivocarse sobre todo a la hora de tomar decisiones importantes para las que hay datos, en lugar de construirlas con la intuición. Se ha demostrado de forma repetida que,como en la visión retrospectiva, se tiende a errar por exceso de confianza. Un ejemplo lo mostró Svenson en 1981 mediante una encuesta a los conductores británicos, que reveló que el 95% creía ser mejor conductor que la media. Y como eso es matemáticamente imposible, significa que la mitad de los encuestados (aunque no sepamos qué mitad) tiene que haber exagerado su destreza al volante, bien porque sobreestima su conducta o subestima la de los demás. 

  Al sesgo de la superioridad ilusoria también se le denomina el efecto del Lago Wobegon. La alusión se debe la ciudad de ficción Lake Wobegon, inventada por el humorista Garrison Keylor, en la que todos los habitantes tienen una inteligencia superior a la media.


1 Kruger J, Dunning D. Unskilled and unaware of it: how difficulties in recognizing one's own incompetence lead to inflated self-assessments. J Pers Soc Psychol. 1999Dec;77(6):1121-34


2 La falta o carencia de capacidad metacognitiva es lo mismo que la metaignorancia.


3 Svenson O. Are we all less risky and more skilful than our fellow drivers? Acta Pshychologica. 1981;47:143-48.

Cuervos - Manuel Vicent

El prestigio literario del Vaticano no se deriva de los dogmas etéreos sino de los misterios que emanan de sus sótanos conectados con las pasiones más turbias.
Los católicos deben enfrentarse a dos clases de misterios: los que se derivan de la teología propiamente dicha y los que anidan en los bajos fondos del Vaticano. A los no creyentes les trae sin cuidado que Dios sea uno y trino, o que la Virgen fuera concebida sin pecado, pero les excita sobremanera que Roberto Calvi, el causante de la quiebra del Banco Ambrosiano, apareciera colgado del puente de los Frailes Negros de Londres. Más que la sagrada comunión a los agnósticos les interesa saber qué clase de brebaje le dieron a probar al Papa Luciani, poco después de ser elegido, para mandarlo a los cielos por la vía rápida. Es irrelevante el hecho de que el Espíritu Santo sea una paloma; en cambio resultaría más morboso si se demostrara que realmente se trata de uno de esos cuervos que en este momento revolotean por las dependencias privadas del Papa Ratzinger y que tienen la habilidad de abrir los armarios más secretos con el pico. Decía Borges que la teología es la rama más excelsa de la ciencia ficción. Este encaje de bolillos mentales no es nada comparado con el realismo sucio del perverso arzobispo Marzinkus, llamado el banquero de Dios, huido por los pasadizos oscuros de la Iglesia Romana a uña de caballo como los antiguos condes facinerosos se fugaban del castillo después de una reyerta. El prestigio literario del Vaticano no se deriva de los dogmas etéreos sino de los misterios que emanan de sus sótanos conectados con las pasiones más turbias. A este caudal de inspiración contribuyeron los Borgia, cuyo veneno o, en su defecto, el certero puñal, no han dejado de producir literatura a lo largo de la historia, no tan profunda, aunque más intensa, que de la de san Agustín y otros padres de la Iglesia. En la actualidad los cardenales y obispos pedófilos, los fundadores de sectas religiosas que llevan una vida depravada, las conexiones de los sagrados dicasterios con la Mafia son los que dotan a la sopa teológica de la grasa más sustanciosa del puchero. Si el Vaticano fuera una entidad aséptica, literariamente sería anodina. Son sus sótanos los que mueven la imaginación de la gente y la obliga a dirigir la atención a los grumosos enredos del papado, que nada tienen que ver con el misterio de la fe sino con el laberinto de la miseria humana.

Evidentemente - Elvira Lindo

Abres una mañana el periódico y te encuentras de pronto con que es el Día del Español. Vaya. Me parecería bien si cada año se tratara de un español en concreto. Por ejemplo, este año bien hubiera podido ser el día de Xabi Alonso. Lo encontraría incluso justo y necesario. Nuestro deber y salvación. Pero no. Lo de “el español” se refiere al idioma. La celebración del español siempre desemboca en declaraciones cursilísimas que igualan a académicos y artistas. La prensa nos recuerda el número de habitantes del planeta que lo hablamos y los famosos ponen la guinda eligiendo su palabra favorita. Dicen, “amor”, “ternura”, “madre” o “solidaridad” y se quedan tan frescos. Si me preguntaran a mí diría que mi palabra favorita es “evidentemente”. Es un adverbio que te da como un aire de dominar el asunto, aunque no tengas ni puta idea. Y si se trata de escribir columnas, con cinco “evidentementes” colocados de manera estratégica tienes escrito un artículo. Es una palabra que suelo recomendar a los columnistas que empiezan.
En el Día del Español siempre hay una entrevista con Concha Buika. La única razón que se me ocurre es que dicha cantante da mucho juego. El titular de este año de la entrevista obligada con Buika en el dichoso Día del Español ha sido: “Yo desterraría del diccionario la palabra culpa”. Esto no es nuevo. Por desgracia, yo tengo un cerebro programado para almacenar información inútil, y puedo asegurar que semejante titular ya lo dio Buika en el verano de 2006. Tiren de hemeroteca. Escriban Concha Buika en el servicio de documentación de este periódico y les saldrá una entrevista inaudita que el amigo Juan Cruz hizo a Buika y a Fernando Trueba. Al alimón. Cuando estoy triste, cuando pienso que todo se derrumba, busco esa pieza de museo y en la soledad de mi habitación propia me parto. La filosofía de Buika es (evidentemente) contagiosa, y ahí están esos dos dándole vueltas a la historia de la humanidad. Trueba dice: “La humanidad se jodió el día en que Moisés se subió al monte y bajó cargado de leyes”, a lo que Buika añade: “Pero ¿qué hacían los seres humanos antes de que bajara Moisés? Estaban follando, bebiendo, de puta madre”. Hablan de tribus del sureste asiático que son guays porque no existe la palabra “padre”; de jóvenes africanas (en general) que cuando están calientes y no encuentran varón se lo hacen con otra tía; aseguran que la homosexualidad y la heterosexualidad no existen. Con el corazón lo digo, recomiendo su lectura al menos una vez al año (coincidiendo con el Día del Español) porque se aprende de sexo, de historia, de filosofía, de religión y, sobre todo, de la célebre culpa, esa palabra que, según la cantante, habría que desterrar, porque, según la misma cantante, a esta vida hemos venido a gozar y ¡a jugar! Vaya, lástima que se nos joda la diversión con la muerte, la enfermedad, los celos, el sufrimiento de los seres queridos, la prima de riesgo, el paro o la preocupación por los otros.
En realidad, la teoría de Buika deriva de algunas ideas expresadas de manera más articulada por algunos intelectuales, pero en esencia forma parte del mismo disparate. Creer que la “culpa” es un sentimiento religioso, por mucho que la Iglesia católica haya manoseado el término, es (evidentemente) una tontería, porque los únicos que carecen de culpa son los psicópatas, dado que la culpa, cuando no es enfermiza, es consecuencia de la compasión y la empatía con el que sufre. Lejos de mí afirmar que todo aquel que salga en el periódico en el dichoso Día del Español diciendo que hay que desterrar la palabra “culpa” sea un psicópata. En lo absoluto. Solo digo que es una bobada repetida por muchos y sobre la que (evidentemente) no se reflexiona como se debiera.

Es curioso que después de leer la tradicional entrevista con Buika que desde hace ya ocho años da el pistoletazo de salida al verano, mi esposo me enviara por riguroso e-mail, aunque trabajamos pared con pared (cuánto une la Red), la reseña de un libro sobre los psicópatas de andar por casa. Me lo manda con una nota: “Mira, en este artículo te dan la razón”. Y sí, me dan la razón. Llevo años obsesionada con la idea de que hay psicópatas integrados, psicópatas que no matan, pero manipulan, tergiversan, anulan y utilizan sin escrúpulos a las personas que les rodean, y que, aunque solo sea por la relativa frecuencia con la que nos encontramos alguno, puede afirmarse que acaban siendo más peligrosos que los infrecuentes psicópatas asesinos. El libro se llama Almost a psicopath (Casi un psicópata) y, en realidad, trata sobre esos seres humanos que causan daño al prójimo sin sentir remordimiento alguno. Todos hemos sufrido a alguno de estos elementos en nuestra vida. En alguna ocasión ha sido un compañero de clase, o un jefe, o un vecino. ¿Qué hacer cuando la mala suerte nos coloca demasiado cerca de uno de esos individuos? Si está en nuestra mano, dicen los autores Schouten y Silver, alejarnos. Si se trata de alguien de quien nos sentimos responsables, llevarlo a un especialista para reducir, que no curar, el mal.

El caso es que cuando leí en el titular del periódico que había que desterrar la palabra culpa pensé: una de dos, esto es una bobada sin más o, peor aún, este es el signo de los tiempos.

El fracaso de la izquierda en Cataluña - Javier Cercas

El fracaso del título no es el inédito fracaso electoral del Partido Socialista en las últimas elecciones catalanas: es un fracaso más amplio y anterior a él, y que en parte lo explica; no es un fracaso político: es un fracaso ideológico. Este fracaso podría resumirse así: desde hace muchos años la izquierda catalana ha entregado la hegemonía ideológica al nacionalismo, de tal manera que a veces se diría que en Cataluña, en la práctica, no es posible no ser nacionalista: o se es nacionalista catalán o se es nacionalista español; también puede resumirse así: asombrosamente, en Cataluña es posible ser a la vez nacionalista y de izquierdas. Se trata de dos disparates complementarios. No solo es posible no ser nacionalista -nacionalista catalán o español o moldavo-, sino que es indispensable, al menos si uno se reclama de izquierdas, dado que el nacionalismo es, aquí y en Moldavia, una ideología reaccionaria, incompatible con los principios más elementales la izquierda. ¿Cómo se explica que haya arraigado ese disparate en Cataluña? ¿Y cómo se explica que lo haya hecho tan profundamente y durante tanto tiempo?

Parte de la explicación hay que buscarla en la historia. El triunfo de Franco en la guerra supuso el triunfo del nacionalismo español y la derrota de los demás nacionalismos hispánicos, empezando por el catalán; este hecho provocó uno de los muchos automatismos políticos que recorrieron la dictadura: puesto que el nacionalismo español era malo, los demás nacionalismos hispánicos eran buenos; y, puesto que el nacionalismo español era de derechas, los demás nacionalismos hispánicos eran o podían ser de izquierdas. Fue el franquismo quien oscureció, por tanto, la doble evidencia de que la expresión izquierda nacionalista es un oxímoron y la expresión derecha nacionalista es un pleonasmo. Dicho esto, no es extraño que el franquismo, al fin y al cabo la manifestación más larga y descarnada del nacionalismo español en el siglo XX, provocase por contraste el fortalecimiento del resto de los nacionalismos hispánicos, ni siquiera que la falacia del buen nacionalismo de izquierdas dominase la Transición; lo que sí es extraño es que, más de 30 años después, todavía domine a la izquierda. Esta es a mi juicio la causa profunda del fracaso de la izquierda en Cataluña: el hecho de que sigue siendo prisionera de un discurso de resistencia que sirvió en el pasado antifranquista pero no sirve en el presente democrático. Como mínimo en el caso de los socialistas, es difícil no atribuir la perduración anormal de ese discurso obsoleto y envejecido al envejecimiento de sus líderes, quienes, a diferencia de los líderes de los demás partidos políticos catalanes, siguen siendo casi los mismos desde hace 30 años. Solo así puede explicarse la reacción de algunos notorios socialistas a la última debacle electoral: según ellos, el PSC no perdió las elecciones por ser demasiado nacionalista, sino por serlo demasiado poco, y su problema serían los 120.000 ciudadanos que votaron al partido en las autonómicas de 2006 y han votado a los nacionalistas auténticos de CiU en 2010. Pero, como todo el mundo sabe, el problema electoral del PSC es mucho más antiguo y más serio: es el problema de los varios cientos de miles de ciudadanos que, reiteradamente, votan socialista en las elecciones generales y se quedan en casa en las elecciones autonómicas; baste recordar que en las últimas generales el PSC cosechó 1.600.000 votos, mientras que en las últimas autonómicas no ha llegado a los 600.000: más de un millón de votos de diferencia. Ese es el verdadero problema: el de todos los ciudadanos que no se sienten concernidos por el tradicional catalanismo de izquierdas del PSC, no, cabe conjeturar, porque sea de izquierdas, sino porque está colonizado por el nacionalismo. ¿Quiere eso decir que todos los votantes izquierdistas perdidos en las elecciones autonómicas son nacionalistas españoles y que, para no perderlos, el PSC tiene que cambiar el catalanismo de izquierdas por el españolismo de izquierdas? En mi opinión, no: solo quiere decir que la izquierda catalana debe rechazar la confrontación entre nacionalismos rechazando por igual y por las mismas razones -por ser ambos irracionalistas, comunitaristas e insolidarios, es decir, fundamentalmente reaccionarios- el nacionalismo catalán y el español; o dicho de otro modo: debe romper con su discurso tradicional construyendo a cambio un discurso que, antes que catalán o español, sea un discurso de izquierda, un discurso capaz de enfrentarse sin ambigüedades a la hegemonía del discurso nacionalista.

No será fácil. El nacionalismo catalán es una industria boyante; igual que el independentismo, en los hechos un nacionalismo sin eufemismos cuya misma existencia depende precisamente, como ha escrito Jordi Soler, de que sus objetivos teóricos no se cumplan: si algún día Cataluña fuera independiente la industria se acabaría, lo que autoriza a sospechar que incluso muchos independentistas no quieren la independencia más que de boquilla. Por otra parte, el antinacionalismo catalán de los nacionalistas españoles es una industria no menos boyante; aunque ya sea un cliché, es verdad que el nacionalismo catalán vive del victimismo, pero se olvida que el antinacionalismo catalán vive a menudo de la misma pamema: decir que la sociedad catalana es una sociedad totalitaria, como repiten tantos antinacionalistas catalanes, es un alarde interesado de ignorancia o un insulto para quienes viven en sociedades totalitarias. Sobra añadir que es legítimo defender la independencia de Cataluña; pero también es legítimo estar contra ella y pensar (como pensamos muchos a quienes repugna tanto el nacionalismo español como el catalán) que los catalanes, los españoles y los europeos viviremos mejor si Cataluña sigue unida a España que si se separa de ella. Mucho más que la derecha, la izquierda catalana debería defender esta convicción, pero lo cierto es que, por permanecer anclada en un discurso caduco y por temor a ser tildada de españolista, no lo hace o lo hace solo a ratos y con la boca pequeña y de refilón, dejando esa causa en manos del PP y de partidos de espontáneos, demagogos y boy scouts de la política.

Entre un nacionalismo y otro, entre una y otra inercia, no será fácil, no, construir un discurso distinto. Tomemos por ejemplo el vidrioso asunto de la lengua. Aquí la victoria de los nacionalistas parece completa: la prueba es que, mediante una amañada identificación entre lengua e ideología, parecen habernos convencido a todos de que solo ellos pueden defender los derechos de los catalanohablantes, de que la prosperidad del catalán equivale a la prosperidad del nacionalismo y en definitiva de que el catalán es cosa suya y no de todos aquellos que lo hablamos, incluidos los que no somos nacionalistas y no compartimos sus objetivos. Esta trampa es tan sibilina que muchos antinacionalistas han caído en ella y han acabado suministrando sin quererlo el carburante ideal para los nacionalistas. Así, por ejemplo, es frecuente que ciertos antinacionalistas comparen la política lingüística catalana con la del franquismo y se pregunten, como hacía uno de ellos en este periódico, "por qué el empeño franquista de cohesionar a España por medio de la inmersión lingüística en castellano fue un atropello, pero el mismo método aplicado en Cataluña supone una reivindicación progresista". Como sabemos quienes padecimos en carne propia la escuela franquista catalana y quienes padecemos por persona interpuesta la escuela democrática catalana (empezando por José Manuel Blecua, flamante director de la Real Academia), la respuesta a esa pregunta es sencilla: primero, porque el método franquista y el democrático no son idénticos; y, segundo, porque el resultado de ambos métodos es opuesto: nosotros salimos de la escuela franquista sin saber una sola palabra de catalán, mientras que, según demuestran una y otra vez las pruebas de competencia lingüística, nuestros hijos salen de la escuela democrática sabiendo tan bien (o tan mal) el catalán como el castellano. Esto no significa por supuesto que la política lingüística catalana no presente problemas, ni sobre todo que no los presente la obligada y gozosa convivencia entre dos lenguas, pero sí significa que comparaciones tan desafortunadas como la que he mencionado no ayudan en absoluto a corregir los abusos lingüísticos concretos ni sirven para combatir las falacias del nacionalismo ni para resolver los problemas reales que nos plantea a quienes lo enfrentamos a diario; también significa que hay que desmontar de una vez la trampa de los nacionalistas y separar el debate lingüístico del debate político: defender el derecho a usar el catalán no equivale a defender el nacionalismo catalán, igual que defender el derecho a usar el castellano no equivale a defender el nacionalismo español; defender el derecho a usar una lengua es solo defender los derechos legítimos de los hablantes de esa lengua.

No será fácil, repito: ni en el asunto de la lengua ni en nada. Pero es muy posible que en la construcción de ese nuevo discurso necesario se juegue la izquierda catalana su futuro.

Machismos involuntarios - Javier Marías

Con motivo de la más o menos reciente elección de una filóloga y una novelista para la Real Academia Española y el ingreso de la segunda, y de la recentísima concesión del Premio Cervantes a una escritora, se han publicado unos cuantos artículos redactados por congéneres suyas en los que no se celebraban tanto estos reconocimientos cuanto se aprovechaba la circunstancia para quejarse de la tradicional postergación de la mujer en el campo de las letras y el pensamiento, y, curiosamente, anatematizar a los actuales académicos y jurados, que son quienes intentan remediar la injusticia, dentro de lo posible. Con "dentro de lo posible" quiero decir que, hasta donde sé, no creo que ningún miembro de la RAE, masculino o femenino, esté dispuesto a meter con calzador, y sólo por paliar la desproporción existente entre los de uno y otro sexo, a mujeres que a su juicio no reúnan merecimientos. El argumento esgrimido por algunas feministas a ultranza, de que tal requisito es secundario porque hay y ha habido muchos académicos cuya valía es o era dudosa o nula, es grotesco desde mi punto de vista, pues equivale a sostener que, ya que se han cometido pifias a favor de numerosos hombres, lo aconsejable y justo es que se perpetúen, sólo que a favor del mismo número de mujeres.

Me consta que a la gran mayoría de los actuales académicos no se les escapa, con todo, el enorme desequilibrio de la situación, y tienen voluntad de remediarla, "dentro de lo razonable". Por desgracia, ya es irremediable que no formaran parte de esa institución la admirable María Moliner, o Emilia Pardo Bazán, o Rosalía de Castro, o Rosa Chacel o Carmen Laforet (en el caso de Carmen Martín Gaite hay que recordar que fue ella quien no quiso que su candidatura fuera presentada, pese a las insistencias, como tampoco lo han querido un puñado de escritores varones notables, como Ferlosio, Marsé, Mendoza o Savater, y contra eso la RAE nada puede hacer). Pero no por "compensar" a quienes ya es imposible compensar se va a elegir a meras congéneres suyas, que no han escrito los mismos libros o diccionarios. Eso sería tan idiota como elegir a diez autores gallegos para compensar la imperdonable ausencia de Valle-Inclán en su día.

Pero lo más preocupante de estos artículos quejosos, y a veces vituperadores, es el terrible y quizá involuntario machismo que rezuman, bajo su apariencia feminista. Uno de los escritos más airados lo firmaba en este diario una catedrática de Lengua y Literatura, y en él se leía: "Esta desconexión de la RAE con los tiempos que corren la paga toda la sociedad española, que recibe una proyección de lo humano cercenada. Pues se nos hurta la particular mirada de la mujer ..., lo que deja a oscuras ciertas zonas de nuestro mundo: cierta sensibilidad, ciertas emociones, ciertas vivencias, ciertas sensaciones ... En realidad, esta situación consiste en dejar fuera de la RAE a la mitad de la población, con su mundo y conocimientos particulares". Es difícil incurrir en un mayor desprecio y cosificación de la mujer. Según estos párrafos -y según tantos otros, igualmente llenos de lugares comunes-, las mujeres no son individuos con su propia inteligencia y sus propias características intransferibles e irrepetibles, sino que son homogéneas, monocordes e indistinguibles. ¿Qué quiere decir, si no, que "se nos hurta la particular mirada de la mujer", como si todas ellas compartieran la misma? ¿Qué significa "la mitad de la población, con su mundo y conocimientos particulares", como si el mundo y los conocimientos de cada mujer no fueran únicos y no divergieran los unos de los otros tanto como los de los varones? ¿Y cómo es que lo que se "deja a oscuras" son "cierta sensibilidad, ciertas emociones, ciertas vivencias, ciertas sensaciones" -atención a la lista de cosas más o menos epidérmicas, intuitivas, "interiores" o sensoriales, justamente las que el tópico más rancio atribuye a la literatura "femenina" y a la mujer en general-, y no, por ejemplo, cierta inteligencia, cierto pensamiento, cierta capacidad narrativa o reflexiva?

Suponer que las mujeres, por el mero hecho de serlo, tienen afinidades inevitables e irrenunciables me parece, como he dicho, su absoluta cosificación o animalización, en todo caso algo ofensivo. Tan distintas son entre sí como los hombres llegan a ser opuestos, y no serán pocas las que se sientan más próximas a algunos de éstos que a tantas de su propio sexo, como yo me siento más cercano, como escritor -o eso quisiera-, a Isak Dinesen, Emily Brontë, Rebecca West, Ajmátova, Catherine Mansfield, Hannah Arendt, Flannery O'Connor, Patricia Highsmith o Alice Munro que a Cela o Zola, Bukowski o Philip Roth. En otro texto reciente, se decía que a las autoras "no saben mirarlas" -imagino que los varones-. Más vale así, porque a las escritoras, en efecto, no hay que mirarlas, sino leerlas. Y, que yo sepa, ni las palabras ni la ciencia ni la historia ni la literatura llevan incorporado el sexo de quien las emplea o cultiva. Tampoco creo que haya una ni "cierta" sensibilidad, una ni "cierta" inteligencia específica e inequívocamente femeninas. Los hombres y las mujeres nos diferenciamos en unas cuantas cosas, pero no precisamente, por suerte, en nuestras mentes ni en nuestras miradas, en nuestra manera de pensar o investigar o escribir. De forma para mí incomprensible, parece que demasiadas mujeres que se creen ultrafeministas están tan convencidas de lo contrario como el más antiguo de los machistas.

Prometeo - Manuel Vicent

Cada día hay más distancia entre los que saben mucho y los que saben poco, entre los que lo pueden todo y los que no pueden nada. Cada día son más los que obedecen ciegamente a unos pocos y es más profundo el vacío entre esos seres innombrables que ostentan el poder sin límite sobre nuestras vidas y la sociedad invertebrada que se mueve abajo como un ganado lanar. No obstante, existen unas reglas precisas para que la gente obedezca sin rebelarse, creyéndose libre. Ante todo hay que tener al público contento y culpabilizado, sin darle tiempo a pensar. En cualquier caso, será necesario agitarlo con un látigo para que baile y se divierta ante una hipotética catástrofe que se avecina. Se le azotará alegremente con espectáculos de masas, con la basura de la televisión, con un sexo imposible al alcance de la mano, con ídolos del deporte, que sobre los vertederos industriales de las ciudades erigirán unos cuerpos desnudos en las vallas publicitarias como productos deseados, pero en medio del sonido que desprende una fiesta semejante se deberá oír una voz potente que anuncie medidas dolorosas, necesarias e inevitables para salir de la crisis sin que se nos permita dejar de bailar. La voz repetirá una y otra vez que todo ha sucedido por nuestra culpa. Queríamos tener dos casas, un coche de gran cilindrada, ir de vacaciones de verano a Cancún o a esquiar a los Alpes, y no cesamos de consumir sin freno, de exigir trabajar menos y cobrar más. Protegidos por el vocabulario críptico de la alta tecnología, por el jeroglífico indescifrable de las leyes religiosas del mercado, el sistema hará que te sientas un menor de edad, ignorante y cómodo en medio de la mediocridad general, te hará correr agónicamente hacia el pesebre repleto de alfalfa y cuando te tenga del todo en sus manos te enseñará a balar. Pero recientemente ha surgido un nuevo Prometeo que ha vuelto a robar el fuego del Olimpo. El héroe mitológico se ha encarnado en Julian Assange, el creador de Wikileaks, al que han encadenado para dejarlo a merced de las alimañas. Ha sido el primero, pero pronto tendrá una legión de seguidores dispuestos a apropiarse de la alta tecnología informática, como del fuego sagrado, y entonces serán los corderos los que desafíen y suplanten a los dioses.

Un manual para pensar en libertad - Juan Goytisolo

La conversión al cristianismo del emperador Constantino el Grande y el Concilio de Nicea son el origen de la vieja contradicción existente entre la nueva fe católica y el rico legado de la filosofía helénica, entre las supuestas verdades dogmáticas envueltas en un halo de misterio y los postulados expuestos a partir de la experiencia y el conocimiento asequibles en el tiempo en el que fueron formulados. Las primeras son por esencia inamovibles aunque, como sabemos -y Fernando Montaña Lagos, el autor de Adiós a dios se encarga de recordárnoslo-, la acumulación de evidencias que las impugnan obliguen a cada paso a la Iglesia a cancelarlas a regañadientes mientras que las hipótesis derivadas del saber racional se cuestionan a sí mismas, pueden rectificarse y progresan conforme se amplían los instrumentos científicos de que disponen quienes las avanzan. Se puede creer y se puede conocer: cada cual es libre de escoger su camino. Pero la Iglesia -y en general todas las religiones- ha mostrado siempre una manifiesta aversión a las verdades fundadas en la razón y ha procurado desterrarlas con el fuego o la espada a lo largo de la historia.


El olvido impuesto al saber clásico existente en Grecia, Roma y Alejandría por sucesivos Concilios eclesiales abrió las puertas a una ignorancia secular de su legado hasta su reaparición en la Península gracias a las traducciones árabes y su traslado al castellano durante el reinado de Alfonso el Sabio. La entronización de una fe única y la condena del recurso al pensamiento basado en la razón y la experiencia por parte de Pablo de Tarso y Agustín de Hipona significó un verdadero salto mortal del que la cristiandad tardó en recuperarse más de siete siglos.


¿Quién puede creer a estas alturas que Dios creó el mundo en seis días y, sin seguridad social alguna, descansó el séptimo? En cuanto al parque temático en el que Adán y Eva discurrían apaciblemente sus días hasta la irrupción de la serpiente y la tentadora manzana, ¿tiene algún viso de verosimilitud? Eva, la maldita Eva causante de todos nuestros males por su deseo razonable de acceder al conocimiento del bien y del mal, ¿merecía el brutal castigo de la expulsión con su pareja del paraíso y la subsiguiente condena de la especie humana al sufrimiento y la muerte? Pero la inquina de Jehová a la voluntad de saber de sus criaturas no se limita a este tebeo profusamente ilustrado generación tras generación. Cuando mucho más tarde -no hay cronología posible en el relato del Génesis- asiste a la construcción de la torre de Babel y comprueba indignado que sus criaturas se arrogan la facultad de decidir y se entienden entre sí para elaborar un proyecto común, resuelve al punto bajar a la Tierra, confunde sus lenguas y las dispersa como insectos. Lo mismo podría decirse de la fábula del diluvio universal y el arca de Noé que, como nos recuerda el autor de Adiós a dios, tiene claros precedentes en cosmogonías anteriores, siempre con un Dios colérico y vengativo: cuentos de hadas, observa irónicamente Einstein, "bastante infantiles".


Citaré para terminar este capítulo bíblico el castigo divino a las ciudades malditas del Mar Muerto, con la sabrosa historieta de los pobrecillos ángeles, su acoso por los bujarrones sodomitas, los apuros de Lot y su mujer convertida en estatua de sal (¡siempre la reprobadora curiosidad femenina y la misoginia que envuelve el corpus bíblico y el de la doctrina católica!) leyenda en la que nuestra santa madre Iglesia cree a pies juntillas.


La medicina y la astronomía fueron miradas siempre por Roma con sospecha e inquietud, como algo contingente y ajeno a la suprema verdad revelada. La condena de la cirugía por el Papa Inocencio III con el chistoso pretexto de que Ecclesia abhorret sanguine, mientras se enzarzaba en guerras de conquista, perseguía con saña a los albigenses y tomaba la iniciativa de la cuarta cruzada, y lo sucedido cuatro siglos más tarde primero a Giordano Bruno y luego a Galileo, quien abjuró de sus malignos conocimientos para no perecer también en la hoguera, revelan con elocuencia la contradicción insoluble entre la fe religiosa y la verdad científicamente demostrable.


De seguir como corderos del Señor las encíclicas papales al hilo del tiempo, continuaríamos confiando la curación de nuestros cuerpos enfermos a la Virgen María o a los santos y curas milagreros, y pensando que nuestro planeta es plano, ombligo del universo y que fue creado hace unos 6.000 años.


La animadversión de Roma a la filosofía, la ciencia, el teatro e incluso a la especulación mística o teológica ajena al dogma revelado está bien probada en las actas de los Concilios. La documentación relativa a los procesos inquisitoriales en nuestra Península es un precioso inventario de quienes se atrevieron a reflexionar por su cuenta. Erasmo, Montaigne, Descartes, Pascal, Spinoza, etcétera, elaboraron sus doctrinas al margen y a contrapelo de la Iglesia. Ésta conservó mientras pudo su poder de despachar al infierno a quienes juzgaba herejes o incrédulos, pero la evolución del mundo político y cultural europeo (con la significativa excepción hispana) redujo en la práctica el alcance de sus sentencias. A falta de ello, incluyó en el Índice de libros prohibidos, cuya lectura castigaba con la excomunión, a los enciclopedistas y librepensadores que propiciaron la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre. "¡No puede imaginarse tontería mayor que tener a todos los hombres por iguales y libres!", replicó en 1791 Su Santidad Pío VI. Tras sus desdichas (fue hecho prisionero por el Directorio revolucionario y conducido a Francia en donde murió) y las de su sucesor (obligado por Napoleón a coronarle emperador en París) las cosas no mejoraron. León XII exhortó a las recién creadas repúblicas de la América hispana a que abandonaran sus funestas y tenebrosas doctrinas independentistas y a que volvieran al regazo de su amantísimo soberano Fernando VII. Como aquejada de demencia senil -la imagen no es mía sino de Blanco White- fulminó con sus anatemas a cuantos, fuera de su rebaño, apuntaban con el dedo a tal sarta de disparates -condena del liberalismo, de la democracia, de la igualdad social...- y predicaban la mejora de las condiciones de vida de la sociedad civil en vez de buscar la beatitud eterna. En vano proclamó Pío IX el dogma de la infalibilidad pontificia. Los desatinos papales prosiguieron y cualquier lector puede consultar su larga lista a través de Internet.


Como señala el autor de Adiós a dios, la teoría de la evolución de las especies de Darwin y los avances de la ciencia en los dos pasados siglos asestaron un golpe definitivo a la presunta infalibilidad eclesial. La condena a quienes difunden "doctrinas y prácticas inaceptables", esto es, de todo el progreso del conocimiento que contradice sus dogmas en vez de creer "en el misterio de la Redención" y en "la anticipación del Paraíso y prenda de la gloria futura" por Juan Pablo II, no convencen sino a los convencidos.


Sobre la tenaz misoginia de la Iglesia; sus negocios turbios (léase el excelente artículo del corresponsal de este diario en Roma, La nobleza negra del Vaticano del 27-6-2010); la espectacular mercadotecnia wojtyliana; el absurdo celibato eclesiástico; la condena indignante de los preservativos para contener la pandemia del sida; la "guerra de Dios" contra el "proyecto del demonio" (léase el matrimonio homosexual) mientras emergen a diario a la superficie de sus aguas pútridas los escándalos de la pedofilia encubierta de sus miembros, etcétera, los lectores del libro de Montaña Lagos hallarán una información detallada propia de un verdadero manual de pensar en libertad.


En un país en donde un Estado nominalmente laico mantiene los exorbitantes privilegios económicos de una Iglesia que invoca tal vez el ejemplo de Pablo en su Epístola a los Corintios -"si nosotros hemos sembrado en vosotros riquezas espirituales, ¿será mucho que cosechemos cosas de este mundo?"- para preservar su puesto de primera fortuna en bienes muebles e inmuebles de la Península y tras el breve desvío de Pablo VI y del Segundo Concilio Vaticano, vuelve a las fuentes más puras en las que bebió durante la Cruzada de Franco y clama hoy contra la odiosa "dictadura del relativismo" por boca del cardenal Rouco Varela, los lectores de Adiós a dios no podrán sino compartir la certera observación de su autor: "Vivimos en un mundo nuevo ataviados andrajosamente con un ropaje moral antiguo".

El principio del fin - Jesús Mosterín

Toda Europa había sido un hervidero de supersticiones y crueldades; de censuras, quemas de herejes y represiones, y de torturas públicas de animales humanos y no humanos, incluidos el lanzamiento de gatos desde las torres de las iglesias, las peleas de perros y de gallos y de perros contra osos, y los encierros, acuchillamientos y corridas de toros. Frente a tanta sordidez y violencia, la Ilustración trajo a Europa la apertura de las mentes y la suavización de las costumbres. Las tradiciones más sanguinarias fueron abolidas en casi todas partes. Sin embargo, en España apenas hubo Ilustración y Fernando VII cortó de cuajo sus débiles brotes, restaurando la Inquisición y la tauromaquia, entre otros horrores. España se convirtió en una excepción y anomalía, la famosa España negra, caricaturizada por Goya, una anacrónica bolsa de crueldad y cutrerío alejada de cualquier ciencia y compasión.


Llevamos casi dos siglos tratando de quitarnos de encima esa siniestra tradición de la España negra. Ello ha constituido un proceso desesperantemente lento. Desde la supresión definitiva de la Inquisición en 1834 hasta la recién aprobada abolición de la tauromaquia en Cataluña (a partir de 2012), pasando por la introducción de la democracia en España tras la muerte de Franco y la lucha contra el maltrato a las mujeres, paso a paso hemos ido lavando nuestra cara cultural y acercándonos al nivel intelectual, político y moral del resto de Europa. Uno de los últimos capítulos pendientes es el acabar con la crueldad hacia los animales no humanos, presuntamente justificada por la idea anticientífica de que el ser humano no es un animal, sino un hijo de Dios, separado por un abismo del resto de las criaturas y colocado en el mundo para explotarlas y hacerlas sufrir. Esta idea falsa y mezquina todavía colea por estos lares incluso entre algunos presuntos ateos, que caen en la contradicción de sostener una concepción basada en algo en lo que no creen, simplemente para seguir divirtiéndose con la tortura ajena.


La consistencia no es un valor apreciado por los políticos. En la Comunidad Canaria ya no hay corridas de toros ni peleas de perros desde 1991, pero sigue habiendo peleas de gallos, tan crueles como las corridas. Ahora, el Parlamento de Cataluña ha decidido prohibir por crueles las corridas de toros, pero no los correbous (encierros) ni los toros embolados, igualmente crueles (lo peor no es la muerte del animal, sino su sufrimiento inútil), también con la excusa de que son tradicionales. También los ingleses caían en esa incoherencia, habiendo abolido la tauromaquia y otros tipos de maltrato animal, pero manteniendo la cruel caza del zorro con perros, por tradicional. Afortunadamente, los ingleses lograron la consistencia al prohibir la caza del zorro en 2004. Mariano Rajoy dice estar alarmado , pues si se empieza prohibiendo la tauromaquia, podría acabarse prohibiendo la caza. Ojalá. La tauromaquia no es la única salvajada. Matar animales por mera diversión, como en la caza, es algo éticamente indefendible, pero el progreso no se consigue de golpe, sino paso a paso.


Nadie ha planteado el debate sobre la tauromaquia en Cataluña como una separación de España. Los líderes del PP (y algunos del PSOE) están mal informados y confunden sus fantasmas mentales con la realidad. De entre los muchos expertos que comparecimos ante la comisión pertinente del Parlamento de Cataluña a favor de la abolición de las corridas de toros, ni uno solo empleó argumentos nacionalistas o identitarios.


Curiosamente, fueron los taurinos los únicos que agitaron ese espantajo, subrayando la tradición tauromáquica catalana e incluso sacando a los toreros en la Plaza Monumental de Barcelona con la barretina por montera y la señera por capote.


Aprobando la abolición de las corridas de toros en su comunidad en un proceso de impecable factura democrática, el Parlamento Catalán ha atendido a las razones y valores universales por encima de los tribales y tradicionales (excepto por la pequeña incoherencia ya señalada con los correbous ). La discusión previa en comisión ha sido de una inusitada racionalidad y seriedad y ha puesto el listón muy alto. El Parlamento de Cataluña ha prestado un gran servicio a Cataluña, a España y a la noble causa del triunfo de la compasión en el mundo. Este paso es el principio del fin de la tauromaquia, cuya decadencia y desprestigio contribuirá a acelerar.

La nobleza del Vaticano : Vaticalia - Miguel Mora

Personas del entorno del Papa están implicadas en los escándalos de corrupción de la Protección Civil y de Propaganda Fide. Ha nacido un sistema de poder mixto que mezcla lo laico y lo religioso, la Iglesia y el Estado, Italia y el Vaticano, la curia con la élite civil.

Los Gentilhombres de su Santidad forman parte de la familia pontificia como el comandante de la Guardia Suiza o los clérigos que trabajan con el Papa. Antes se llamaban Camareros de Capa y Espada, y los había secretos o de honor. En marzo de 1968, dos meses antes de que en París se prohibiera prohibir, en Roma Pablo VI abolió la Corte vaticana y creó los Gentilhombres. Montini escribió con un deje de pena: "Tanto en la Iglesia entera, especialmente después del concilio ecuménico Vaticano II, como en la opinión pública mundial se ha abierto camino una más atenta, digamos más celosa, sensibilidad sobre la preeminencia de los valores secamente espirituales, una exigencia de verdad, orden y realismo respecto a lo eficaz, funcional y lógico, frente a lo que es solo simbólico, decorativo y exterior".
Muerto el patriciado, parecía que la modernidad había llegado por fin al Vaticano. Y el papa trataba de explicarlo motu proprio: "Nuestra antigua y benemérita Corte -que ahora será designada únicamente con su original y noble apelativo de Casa Pontificia- seguirá resplandeciendo en su prestigio auténtico, comprendiendo a eclesiásticos y laicos que, además de su particular competencia y autoridad, se distingan por sus señalados servicios en el campo del apostolado, de la cultura, de la ciencia, de las distintas profesiones, por el bien de las almas y la gloria del nombre del Señor".

Que se sepa, los Gentilhombres de su Santidad no cobran del Vaticano, aunque a veces trabajan dando pompa a los ritos. Visten de negro riguroso y llevan la pechera del frac forrada de medallas. Altivos, huidizos y misteriosos, forman parte del club más exclusivo del mundo y tienen el rango más alto al que un laico puede aspirar en el Vaticano.

Hoy, la labor secreta de esta nueva nobleza negra es muy estimada en San Pedro. Su "competencia y autoridad" y sus "señalados servicios" suponen beneméritas acciones para la Santa Sede. En algunos casos, se diría que el requisito básico para entrar en el club es ayudar a engordar las arcas del Estado pontificio, el paraíso fiscal más rico, mejor decorado y más visitado del mundo.

Algunos gentilhombres son verdaderos prodigios de las finanzas. Tomemos a Herbert Batliner, por ejemplo. Nacido en 1928 en Liechtenstein, está considerado por la policía alemana uno de los mayores expertos en crear sociedades fiscalmente opacas, un gran especialista en lavar dinero negro. Batliner es uno de los banqueros que mueven en la sombra las finanzas vaticanas. El presidente de la Fundación Peter Kaiser lleva décadas trabajando en silencio por el bien de la Europa cristiana. Al menos desde 1970. Fue nombrado gentilhombre por Juan Pablo II en 1998, y lo sigue siendo todavía.

En el año 2000, según ha revelado un reciente reportaje de La Repubblica, un empleado del estudio de Batliner entregó a la Fiscalía de Bochum (Alemania) un CD lleno de datos secretos. En ese momento fue calificado como el rey de los evasores fiscales en un informe del servicio secreto alemán, que definió el "sistema Batliner" como un mecanismo que durante años había sustraído al fisco al menos 250 millones de euros.

A pesar de lo anterior, el 9 de septiembre de 2006, Batliner se encontró con el Papa Joseph Ratzinger en Ratisbona. Batliner llegó hasta allí para donar en persona a la iglesia local un órgano valorado en 730.000 euros. Sobre él pesaba una orden de busca y captura de la policía alemana. Pero logró entrar en el país gracias a los buenos oficios de la diplomacia vaticana. Y no fue detenido. Apenas un año después, en el verano de 2007, Batliner admitió sus culpas y pactó con el Estado alemán, aceptando pagar una multa de dos millones de euros. Cinco años antes, la Corte Suprema de Liechtenstein confirmó en una sentencia que Batliner ya era en 1990 el fiduciario del ecuatoriano Hugo Reyes Torres, señalado como jefe mafioso de la droga, que mientras tanto fue condenado.

Mientras Ratzinger predica en sus homilías y encíclicas la ética de la economía y clama contra los especuladores y "los sacerdotes que tratan de hacer carrera para enriquecerse", algunos miembros de este club de caballeros parecen llevarle la contraria.

No todos, claro. En el club laico papal figuran 147 notables. Aunque el título es vitalicio, el Papa puede revocarlo cuando lo considere oportuno. A Batliner no lo ha echado todavía. Pero a Angelo Balducci, sí.

Balducci es un ingeniero que durante 25 años se encargó de ejecutar las obras públicas en la región del Lazio, donde se hallan Roma y el Vaticano. De ahí pasó al Gobierno central como responsable del Consejo Superior de Obras Públicas. Tras una vida dedicada a mejorar las infraestructuras italianas y vaticanas, Balducci, de 62 años, vive ahora en la cárcel romana de Regina Coeli.

Desde febrero, Balducci es el principal imputado en el escándalo de corrupción de la todopoderosa Protección Civil italiana, que de momento tiene a más de 50 personas imputadas o bajo investigación. Desde 2001 hasta ahora, el superministerio que depende de la Presidencia del Gobierno ha gastado fondos públicos por valor de 13.000 millones de euros, según el último informe de la Autoridad para la Vigilancia de los Contratos Públicos.

El dinero era gestionado por el jefe de la Protección Civil, el secretario de Estado Guido Bertolaso, también acusado de corrupción, y por el ejecutor de las obras, Balducci, gracias a una argucia autorizada por el primer ministro, Silvio Berlusconi, para superar la maldita burocracia y afrontar las emergencias con más rapidez: la licitación de contratas públicas se hacía sin concurso, a dedo, derogando los procedimientos ordinarios.

Ese trato especial creó un monstruo de mil cabezas. La Protección Civil de Berlusconi no solo se encarga de las calamidades. También organiza pruebas deportivas como el Mundial de natación, cumbres internacionales como la del G-8, restauraciones de museos y teatros, y todo tipo de actividades religiosas.

La investigación de los fiscales de Perugia vinculó desde el principio a la Iglesia católica con la trama corrupta. Descubrió, por ejemplo, que el cura Evaldo Biasini, de 83 años, gerente de la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre de Jesús, guardaba grandes cantidades de dinero en efectivo para el constructor Diego Anemone, a quien los fiscales acusan de haber recibido numerosas contratas de la Protección Civil a cambio de comisiones, regalos y favores de toda condición, desde masajes en su club deportivo hasta reformas de pisos. Desde aquel día, el anciano Don Evaldo ha pasado a ser conocido como "Don Bancomat" (don cajero automático).

El "sistema gelatinoso", como lo definieron los fiscales en su escrito de acusación, "toca nombres de gran espesor institucional" y se expande por diferentes vías pías. La lista de eventos católicos organizados por la Protección Civil y pagados en estos años por el contribuyente italiano es larga, desde la Gira por Italia del Papa en el Año Paulino hasta las exequias de Juan Pablo II o las canonizaciones del Padre Pío y de San Josemaría Escrivá.

Balducci fue nombrado gentilhombre por el Papa Wojtyla en 1995. Quince años después ha caído en desgracia y el Vaticano se ha visto obligado a cancelar su nombre del Anuario Pontificio. Pero su pecado, irónicamente, no fue robar. Balducci solo fue tachado de la lista cuando se hizo público que recurría a menudo a un tenor africano de la coral suplente de San Pedro para que le organizara citas con jóvenes seminaristas y sin papeles. Las escuchas telefónicas interceptadas al corista y el gentilhombre eran de este estilo: "Tengo un bailarín de la RAI". "Tengo un negro...".

Como Balducci, los caballeros papales destacan por sus contactos, su poderío y su patrimonio. En el índice abundan los banqueros, empresarios, príncipes, políticos y diplomáticos. Italia encabeza de largo la lista, con 114 gentiluomini. Les siguen, con siete, Estados Unidos, y con cinco, Austria y España.

Pocos meses después de llegar al trono en 2005, Benedicto XVI nombró sus primeros siete gentilhombres. Aunque la doctrina y la teología son los asuntos favoritos del Papa alemán, también le preocupa la eficacia organizativa. En esa primera lista apareció el personaje central de las peligrosas amistades Iglesia-Estado. Se trata del periodista y político Gianni Letta, de 75 años, secretario de Estado de Presidencia del Gobierno y número dos de facto del Ejecutivo de Berlusconi en 1994, 2001 y 2008, mentor y protector de Guido Bertolaso, heredero del estilo y el arte para la fontanería política de Giulio Andreotti.

Curiosamente, el poderoso Letta se convirtió en gentilhombre muchos años más tarde que el anónimo técnico Balducci. Ex forense, ex director de Il Tempo y ex periodista de Mediaset, vicepresidente de Fininvest Comunicaciones, supervisor de los servicios secretos y consejero externo de Goldman Sachs para inversiones en Italia, Letta es quizá el único berlusconiano que adora negociar. Se lleva bien con todos, y se comenta que es el único político italiano capaz de contentar a la masonería y al Opus Dei. Es el gran mediador, el hombre que levanta el teléfono cuando hay problemas.

Y su referente en la Curia es Ratzinger. "Bajo su apariencia de hombre religioso, la factura que pasa Letta al Vaticano es la más discreta, pero también la más cara", afirma el sacerdote y vaticanista Filippo di Giacomo. "El doctor Letta tiene tanto poder que se permite nombrar obispos a su conveniencia, como hizo hace unos meses en L'Aquila al promover a su amigo Giovanni d'Ercole".

En el plano familiar, Letta no está solo. Su sobrino Enrico es un alto dirigente católico del Partido Demócrata. Su hija Marina está casada con el restaurador Ottaviani: suyo es el monopolio de los caterings de la Protección Civil. Hasta ahora, el nombre de Letta solo ha aparecido de forma colateral en las 410.000 llamadas telefónicas que los fiscales tienen depositadas en Perugia. Aunque en noviembre de 2008 fue imputado por abuso de poder y estafa en un asunto que parece distinto pero no lo es tanto: supuestamente, medió a favor de una cooperativa del movimiento Comunión y Liberación para la contrata de un centro de asistencia para inmigrantes.

Cuando se destapó el caso de la Protección Civil, el Papa dedicó a Letta un "pensamiento especial" durante un discurso público. Cosa infrecuente, que significa: es un amigo. ¿Cómo se explica esa condescendencia en un Papa tan estricto? Según el filósofo Paolo Flores d'Arcais, el problema de Ratzinger es que está atrapado en un dilema existencial e histórico. "Estoy convencido de que su voluntad de limpiar la Iglesia de los dos pecados capitales, sexo y dinero, es seria", dice el director de la revista Micromega. "Su línea es la del concilio de Trento: dogmatismo a ultranza y ataque a los comportamientos inmorales. Quiere acabar con los curas pederastas y los prelados corruptos. Pero hacerlo supone un imposible: sentar en el banquillo a Wojtyla. Y eso no es tan fácil como pedir perdón por la condena a Galileo. Supondría reconocer que su antecesor encubrió a Paul Marcinkus (presidente del Banco vaticano IOR entre 1971 y 1989) y a Marcial Maciel (dirigente de los Legionarios de Cristo). Limpiar de verdad le obligaría a sacar a la luz porquería a granel y a despedir a media curia. Pero si no lo hace, la Iglesia seguirá perdiendo credibilidad. Ese es su dilema".

Letta es el perno de la alianza de Berlusconi con el cardenal Camillo Ruini, ex jefe de la Conferencia Episcopal Italiana y creador del proyecto cultural que ayudó a arrebatar a la izquierda la hegemonía intelectual e informativa en Italia. Cuando la Democracia Cristiana desapareció en 1993 bajo el seísmo de Tangentópolis (el escándalo de las comisiones de los partidos), sus componentes se repartieron entre Forza Italia y la católica Margarita del centro-izquierda. Luego, el católico Romano Prodi nombró a Guido Bertolaso jefe de la Protección Civil en 1996. Y el católico Francesco Rutelli, ex alcalde de Roma, puso a trabajar juntos a Balducci y a Bertolaso en el Año Santo del Jubileo.

Allí nació el sistema gelatinoso. El cardenal Crescenzio Sepe, que acaba de ser imputado por corrupción, era el secretario general del comité organizador jubilar. El Año Santo fue una mayonesa de negocios, obras, subvenciones, regalos, silencios y favores que ligó a altos funcionarios públicos con la curia del Opus Dei y los Legionarios de Cristo.

Protegido de Wojtyla, Sepe, ahora arzobispo de Nápoles, fue entre 2001 y 2006 el responsable de Propaganda Fide, hoy llamada Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Es el ministerio vaticano que se encarga de financiar las misiones y de gestionar el patrimonio inmobiliario vaticano. Y su asesor principal era Angelo Balducci.

La acusación sostiene que el cardenal Sepe concedió gratis uno de los 2.000 apartamentos que Propaganda Fide posee en Roma al jefe de la Protección Civil, Guido Bertolaso. Y que además vendió en 2004 un lujoso palacete romano a precio de ganga (entre tres y cuatro millones de euros, cuando valía nueve o diez) al entonces ministro de Infraestructuras, Pietro Lunardi, también acusado formalmente por esa operación. La hipótesis de los fiscales es que, a cambio, Lunardi financió con dinero estatal de la sociedad Arcus obras millonarias de Propaganda Fide que nunca fueron realizadas.

El cardenal se ha defendido acusando a sus superiores: "La Administración vaticana aprobó todas las operaciones", ha dicho. E insiste en considerarse un mártir: "Trabajé siempre con transparencia y por el bien de la Iglesia, una Iglesia siempre perseguida". Según Sepe, fue Francesco Silvano, otro de sus asesores en Propaganda Fide, miembro de Comunión y Liberación y actual ecónomo del arzobispado de Nápoles, quien le recomendó prestar y malvender las propiedades.

La investigación ha revelado que los pisos son el principal objeto de intercambio de favores entre Italia y el Vaticano. Jefes de los servicios secretos, de la Policía Fiscal, de los Carabineros, magistrados, políticos, empresarios y el propio Bruno Vespa, el periodista favorito de Berlusconi y de Wojtyla, viven o han vivido en apartamentos de Propaganda Fide.

El cardenal Sepe fue apartado de Propaganda Fide por Benedicto XVI, en lo que hoy parece un intento de alejar a la curia italiana, y a Comunión y Liberación, de la gestión inmobiliaria. Tras cinco años de papado, es un secreto a voces que Ratzinger no se fía de su curia, si exceptuamos un pequeño puñado de fieles. Aunque ha ido relevando al núcleo duro de Wojtyla, el Gobierno vaticano sigue en manos de grupos como el Opus Dei -sus portavoces se empeñan en negarlo-, la citada Comunión y Liberación y los Legionarios de Cristo, aunque hoy esté a punto de desaparecer como movimiento carismático para pagar por los delitos de su fundador.

Los movimientos eclesiales han ganado peso en el Vaticano desde el último concilio. En apariencia solidarios, luchan por el control de los mejores puestos y negocios, y en la refriega olvidan lo que haga falta del Evangelio y se dedican a un ajuste de cuentas permanente, mientras los creyentes asisten atónitos al espectáculo.

Los laicos eclesiales controlan amplios sectores de la política, la información, la empresa, la caridad, la educación, la sanidad y la magistratura. En Roma ejercen una influencia cada vez mayor, en estrecha y democrática connivencia con el centro-derecha ateo-devoto, pero también con la lánguida oposición del Partido Democrático y la curia de los buenos y felices tiempos del Papa viajero.

La fragilidad de las órdenes religiosas, castigadas por la escasez de vocaciones, ha favorecido la sofocante presencia de los laicos. "En 1998, Ratzinger alentó la integración laica durante un congreso organizado por Wojtyla", recuerda Paolo Ciani, miembro de la Comunidad de San Egidio, un movimiento eclesial que cuenta con 50.000 voluntarios repartidos por el mundo y solo 25 empleados. "Ratzinger releyó la experiencia de las órdenes religiosas y monásticas junto a la de los movimientos eclesiales, y reconoció a estas, con su dinamismo y competencia, un papel en la Iglesia. El mensaje era que para sobrevivir había que fiarse del rebaño fiel".

Hoy, la Curia romana es una ingobernable y anquilosada maquinaria que cuesta anualmente al Vaticano 102,5 millones de euros. La estructura depende de la Secretaría de Estado, una suerte de consejo de administración con un presidente (el secretario de Estado) y un director general (el sustituto), las dos únicas personas que tienen acceso directo al despacho del Papa. En el Vaticano trabajan 2.748 personas. De ellas, 778 son eclesiásticos, frente a 333 religiosos y 1.637 laicos (de estos, 425 son mujeres).

Los laicos han tomado el poder cooptando a obispos y cardenales menos cristianos de lo que se supone. "La nulidad de la curia se debe a su falta de formación y a su exceso de italianidad", explica el sacerdote y canonista Filippo di Giacomo. "De las diócesis llega el personal con cuentagotas porque a los obispos les cuesta enviar a sus mejores hombres. Las órdenes, antes cantera privilegiada de inteligencia y talento, tienen cada vez menos materia gris a la que recurrir. Los buenos llegan a obispos, y a la curia solo llega lo peor de cada familia".

Así ha nacido un sistema de poder mixto que confunde lo laico y lo religioso, la Iglesia y el Estado, Italia y el Vaticano, la curia con la élite civil. El sistema se basa en un enorme poder económico, sensación de impunidad, gusto por la omertà y el encubrimiento y la capacidad de infiltración.

La ambición de ese sistema es lograr la fusión fría entre Italia y el Vaticano. En sus esquemas mentales, esta nueva curia negociante y carnal no visualiza dos Estados, sino un único país que se podría llamar, abreviando, Vaticalia. " ¡Imposible fiarse de truhanes que usan a Dios para colmar su atrofiada vanidad!", dice el cura genovés Paolo Farinella.

La gran caja fuerte laica del momento se llama Comunión y Liberación (CL). Nacida en 1954 y denominada así desde 1969, está presente en 70 países; en Italia controla empresas, medios de información, diócesis, colegios, universidades, hospitales privados y públicos, e incluso un holding de cooperativas sociales, Auxilium, que gestiona varios centros de identificación y expulsión de inmigrantes para el Ministerio del Interior.

"Desde hace 20 años, CL es el brazo clerical de la ultraderecha milanesa", explica Di Giacomo. "Su estrategia es cultural y política. Sus curas pueblan los seminarios lombardos; sus prelados se movilizan lo que haga falta". Afirma también que sus jefes ideológicos dictan la ley en diferentes periódicos y que su presencia es constante en televisiones y radios: "Mandan a derecha e izquierda".

Roberto Formigoni es desde hace 15 años presidente de Lombardía, la región italiana con la renta más alta de Europa junto con la de París-Ile de France. Pertenece de pleno derecho, y no lo oculta, a Comunión y Liberación. Eso podría permitirle incluso aspirar a suceder a Berlusconi. En los últimos meses, el gobernador ha repartido entre los hombres de CL, más conocida como I cielini (los cielitos), los puestos fundamentales de la organización de la Expo de Milán 2015. Un paraíso de contratos públicos, privados y mixtos en el que la magistratura ha detectado ya la penetración de las mafias.

Casi cada día salen a la luz nuevas amistades peligrosas. Hace unas semanas, los jueces enviaron una comisión rogatoria al Vaticano porque sospechan que el tesoro oculto de la cricca (la banda) gelatinosa puede estar depositado en el IOR (Instituto para las Obras Religiosas). Y esta semana han reclamado por vía oficial los documentos de Propaganda Fide, la inmobiliaria de la Santa Sede.

Aunque el trabajo de los fiscales es exhaustivo, en Vaticalia se sabe que no lo tendrán fácil para apurar la verdad. El Vaticano sigue siendo un paraíso fiscal, el concordato le concede amplias cuotas de inmunidad y las cuentas secretas que prosperan a la sombra del IOR, la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), la vieja Propaganda Fide y un largo número de sociedades participadas son el secreto mejor custodiado.

Pese a las apelaciones a la limpieza de Raztinger, las cosas no parecen haber cambiado mucho. Aquí los misterios se resuelven con tiempo. Con mucho tiempo. Balducci es de momento el gran chivo expiatorio. Durante 15 años, nadie vio nada ni sospechó nada: era un gentilhombre y las campanas tocaban a omertà. Hoy se habla de él, pero pronto todo volverá a su ser y la gelatina seguirá extendiéndose. A día de hoy, junio de 2010, los italianos todavía no tienen una ley de parejas de hecho; los inmigrantes sin papeles son considerados delincuentes y no se respeta el derecho de asilo; los homosexuales son agredidos cada día por la calle, y las mujeres que quieren someterse a inseminación artificial deben emigrar.

Corpus - Manuel Vicent

Sea uno creyente o agnóstico, hay que aceptar como un rito esotérico que, al granar el trigo al final de la primavera, se celebre una procesión muy solemne para exhibir al público por las calles un fragmento de pan dentro de una custodia labrada con orfebrería de oro, de un valor incalculable. Sin abandonar el espíritu pagano se puede entender que las jerarquías eclesiásticas y civiles, como los antiguos griegos y romanos, presidan esa parada en homenaje al símbolo del pan nuestro de cada día, que va a proporcionar calorías a ricos y pobres durante el año. Cada cultura, cada religión se sustenta en un alimento sustancial y en una droga específica. Lo nuestro es el pan y el vino, es decir, los hidratos de carbono y el alcohol. El cereal y la vid constituyeron en su tiempo la primera fuente de energía de la civilización grecolatina, que luego fue sacramentada por el cristianismo. Por eso fueron dedicados esos frutos a deidades propicias. La diosa Ceres se representaba coronada con espigas de trigo y el dios Baco tenía la cabeza trenzada con pámpanos y racimos de uva. Los cristianos sustituyeron el culto de Ceres por la fiesta del Corpus, en la que el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo. Sea como sea, los hidratos de carbono, único sustento del cerebro humano, merecen toda nuestra adoración, pero no hasta el punto que el Ejército español toque el himno nacional y les presente armas a la salida de la catedral de Toledo. Los creyentes hacen muy bien en arrodillarse al paso de la custodia con la Sagrada Hostia. Sea el Dios verdadero o el pan de todos lo que contiene el ostensorio, lo lógico es que no vaya acompañado de sables ni de bayonetas si después tiene uno que metérselo en la boca. Lo moderno es que ese día los cadetes les presenten armas a sus novias y se vayan luego con ellas a tomarse una ración de calamares. Pasado el Corpus llega la siega. Nadie discute que el pan sea dios, bien de trigo o de centeno. En las comunidades cristianas de base se consagra y se comulga bajo cualquiera de las múltiples formas con que se expende en las panaderías. Por mi parte adoro la antigua hogaza candeal con el triángulo divino trazado sobre su corteza crujiente, que emite esquirlas doradas al partirlo con el cuchillo usado con amor y nunca como un arma.